No eres tus pensamientos. Ni tu mente. Ni tu ego.
Eres la observadora. Eres quien ve cómo los pensamientos se acercan, anidan y se reproducen. Eres quien lee lo que dicen, pero desde una distancia segura.
Ese es el secreto más importante: tu cerebro puede estar plagado de miedos, inseguridades y conclusiones erróneas, pero tú no eres ellos.
Puedes aceptarlos, dejarlos ir y ya está.
«Autoconciencia: el bloque de construcción en el que todo lo demás crece».
Cómo desidentificarte de tus pensamientos: La forma de desmantelar tu ego es darle voz.
Puede ser: por escrito (por ejemplo, en las páginas matutinas), en voz alta (por ejemplo, grabando todo lo que te dice tu voz y escuchando lo ridículo que suena, o a través de la terapia).
Observa cómo tu ego se resiste. Tu ego sobrevive en la oscuridad, sin que se sepa que es el titiritero responsable de tantas decisiones. Presta atención a cómo se resiste cuando intentas darle voz.
«Parece una tontería, no tengo ganas de hacer esto».
Tu ego tiene miedo, sufre y se preocupa. Es natural. Es una cuestión de supervivencia. Para él, que lo descubras es una amenaza. Mientras no sepas dónde se esconde, mientras no quede expuesto, él tiene el control.
La resistencia que sientes es solo el disfraz que utiliza el ego para advertirte: no te atrevas a adentrarte en este territorio. Pero tú no quieres arrodillarte ante ningún ego. No quieres ser esclava de tus miedos. Así que sí, adéntrate.
Aquí es donde todo comienza.
Perseguir la magia es aceptar que esta otra parte de ti existe. Mirar de frente a los miedos y a lo que duele es difícil, pero necesario. Volviendo al tema de siempre: el de asumir la responsabilidad. De nuestras vidas, pero antes que eso, de nuestros pensamientos y acciones, porque son ellos los que las generan.
Volviendo al tema de siempre: el de estar presente. De aceptar, enfrentar y ocuparse. El de buscar una vida mejor. El de construirla.
